Una noche, al salir a su balcón, Albert se sobresaltó al ver que su estrella favorita había desaparecido. Preocupado se sentó frente a su escritorio y comenzó a llenar cuartillas con miles de guarismos y signos. Ya en la madrugada, al no haber encontrado respuesta al fenómeno, volvió al balcón con la ilusión de que todo no hubiera sido más que una mala jugada de su cansada vista. Pero nada, el pequeño punto luminoso no estaba. Lo que no pudo descubrir en aquel momento, con sus ecuaciones ni con su vista, fue que su estrella había sido tragada por un agujero negro.
Claro que el primer párrafo bien pudiera formar parte de un
cuento de ciencia ficción, pues las vidas consecutivas de mil Alberts no hubieran
sido suficientes para presenciar todo el proceso en el que una estrella
desaparece tragada por un agujero negro.
Los agujeros negros son criaturas taimadas, crueles e
impías. Se tragan todo lo que se ponga al alcance de sus destructivas bocas. Se
esconden en la oscuridad, como depredadores oportunistas, a esperar que
estrellas y planetas, polvo estelar y radiaciones de todo tipo se acerquen para
engullirlas. Nada escapa a su voracidad, ni siquiera los fotones. Un agujero
negro, bien ubicado en el centro de una galaxia termina por devorarla completa,
y luego puede que siga con otra y con otra. Cuanta materia y energía cae en su
horizonte es destripada concienzudamente, átomo por átomo y arrastrada hasta el
fondo.
¿Pero son, en realidad, los agujeros negros tan
destructivos? ¿No cabe la posibilidad de que sean simplemente máquinas de
reciclaje? ¿A dónde se va la materia y la energía que ellos engullen? Los
científicos se han vuelto locos al no comprender la mayoría de los fenómenos que
ocurren en estos descomunales fenómenos astronómicos. Hasta han intentado con
nuevas teorías porque aseguran que para ellos no se cumplen las leyes
fundamentales de la física como la
Ley de Gravitación Universal, la Ley de la Relatividad y las
leyes de Conservación de la Energía
y la Materia. Yo,
que no soy astrofísico, ni físico, ni astrónomo, ni matemático, ni químico, ni
nada que se le parezca, pienso, sin embargo que no tiene que ser así
precisamente.
Se sabe que la fuerza gravitatoria en el fondo de esos
gigantes oscuros es tan grande que lo aplasta todo reduciéndolo a su mínima
expresión. Se conoce también que el espacio entre el núcleo y la envoltura del
átomo es inconmensurable en relación con la masa de todos sus elementos
básicos: electrones, protones y neutrones juntos. Por lo que no resulta
descabellado pensar que los átomos, sometidos a tan descomunal fuerza compriman
considerablemente su volumen hasta que sus partículas se unan.
Tras el paso de los eones y la acumulación de millardos y más
millardos de toneladas de materia, en el centro del agujero negro debe formarse
un punto supermasivo sometido a tremendas tensiones internas donde las fuerzas
de los átomos luchan contra la intensa fuerza de gravedad por recuperar su
equilibrio. ¿Y que sucede si la fuerza gravitatoria del agujero negro se
debilita o la del punto supermasivo la supera? Es posible que se produzca una
gran explosión, un big bang, generando una inmensa burbuja de materia y
energía. ¿Quién quita que ese pueda ser el origen de nuestro universo conocido?
La mayoría de los científicos aceptan la teoría del Big Bang
como la más acertada acerca del origen del Universo. Este nació a partir de la
gran explosión surgida de un punto supermasivo primordial, pero nadie se atreve
a adelantar una teoría que responda a preguntas fundamentales: ¿Dónde se
encontraba ubicado ese punto? ¿De dónde salió? ¿Qué había antes del Big Bang?
Bien, ahí tienen la teoría de este diletante que no es astrofísico, ni físico,
ni astrónomo, ni matemático, ni químico, ni nada que se le parezca.