jueves, 26 de septiembre de 2019

El mambo sigue vivo, para bien de la cultura cubana

Dámaso Pérez Prado
Cuenta un chiste popular cubano que cuando el compositor y pianista cubano Dámaso Pérez Prado llevó el mambo a México, a la hora de subir al avión, un aduanero sospechó de uno de los miembros del conjunto porque no portaba un instrumento musical. El individuo en cuestión le explicó al funcionario que él era el integrante más importante de la orquesta, pues era el encargado de propinarle un fuerte pisotón a Pérez Prado para que gritara ¡huuuuggg!
Lo cierto es que el grito que se escucha en medio de las famosas piezas del músico matancero es algo característico, pero, hablando en serio, no es esa la mayor peculiaridad del mambo, sino su ritmo contagioso que hace estremecer al cuerpo cuando se baila.
Aunque se reconoce a Dámaso Pérez Prado como el creador del popular ritmo, a finales de la década de los 40 y principios de la de los 50, no es menos cierto que sus antecedentes se remontan diez años más atrás, cuando los hermanos Orestes e Israel López, integrantes de la orquesta Arcaño y sus Maravillas, crearon una variante del danzón con un compás más rápido y le introdujeron una sincopa en la percusión, característica propia de la música africana.
Antonio Arcaño fue el primero en denominar a una parte de esos danzones como “mambo” y a finales de la década de los 30 el músico José Urfé incluyó en su pieza El bombín de Barreto un montuno al estilo del son cubano. Ya en esa época algunos músicos de la orquesta de Arcaño le llamaban “mambear” a interpretar esa parte de los temas musicales.
Arcaño describió ese “mambo” de la manera siguiente: “El mambo es un tipo de montuno sincopado que posee la sabrosura rítmica del cubano, su informalidad y su elocuencia. El pianista ataca en el mambo, la flauta lo oye y se inspira, el violín ejecuta rítmicos acordes de dobles cuerdas, el bajo le adapta el “tumbao”, el timbalero repica con el cencerro, el güiro rasquea y hace el sonar de las maracas, la indispensable tumba corrobora el tumbao del bajo y fortalece el timbal”.
Fue Orestes López quien creó primer danzón llamado precisamente Mambo en el que se combinaban elementos sincopados, tomados del estilo del son, con improvisaciones de la flauta.​
Luego el pianista y arreglista matancero Pérez Prado, a finales de 1949 presentó en México un ritmo totalmente nuevo al que llamó mambo y con el cual logró gran éxito.
El nuevo ritmo se identifica con un formato de orquesta de jazz y percusión cubana desde la exigencia de Pérez Prado, o sea, una instrumentación ampliada dispuesta por cuatro o cinco trompetas, cinco saxofones, trombón, flauta, piano, contrabajo, batería, maracas, cencerro, bongó y tumbadoras.
A propósito del tema el investigador, escritor, saxofonista y musicólogo cubano Leonardo Acosta comentó:
“Yo diría que Pérez Prado tomó algo más: precisamente ese "guajeo" o "montuno sincopado" que se llamó mambo, y que en aquellos años 40 eran el sello que caracterizaba "la onda" o "la moña" Pero en el mambo de Dámaso también están presentes la guajira (en el mambo caén), la rumba (en el mambo batiri, más rápido), el propio danzón y hasta el jazz”.
La palabra “mambo”, de manera similar a otros términos musicales afroamericanos, se deriva de un lenguaje africano, particularmente el congolés. Algunos estudiosos la traducen como “cosa” u “objeto”, para otros su significado es "conversación con los dioses", “conversación” y “conocimiento”. También se les llama de esa forma en Haití a las sacerdotisas de la religión vudú. Pero, lo cierto es que en la actualidad, y gracias a la genialidad de Dámaso Pérez Prado, en todo el mundo la palabra referencia el pegajoso ritmo que hace a los bailadores mover la cintura y los hombros, como recalca el texto del mambo Bonito y sabroso, de Benny Moré, otro exitoso cultivador de ese género musical.
Dámaso Pérez Prado nació en la ciudad de Matanzas el 11 de diciembre de 1917 y falleció en México el 14 de septiembre de 1989. Fueron sus profesores Rafael Somavilla Pedroso y María Angulo y su carrera se inició en su provincia natal como integrante del conjunto de otro de los grandes exponentes de la música cubana: Senén Suárez.
Pérez Prado se trasladó a La Habana en 1941, aquí trabajó como pianista en las orquestas de los cabarés El Kursal, Panchín y Pennsylvania, después pasó a laborar en las agrupaciones de Paulina Álvarez, los Hermanos Palau, Julio Cueva, en la Casino de la Playa, la del circuito CMQ y la Cubaney, en la que se interpretaron sus primeros arreglos musicales.
Su desempeño como instrumentista fue indudablemente, pero lo que en realidad dio fama a este músico fue el mambo, un ritmo que le trascendió y continúa vivo para bien de la cultura cubana.
Mambo número 5. Orquesta de Dámaso Pérez Prado

No hay comentarios: