lunes, 7 de abril de 2008

La necrópolis Cristóbal Colón



Vista desde el cosmos, la Necrópolis Cristóbal Colón resalta por la blancura de sus mármoles y granitos en medio de la maraña de rojos, verdes y grises que es la capital cubana.
Con una extensión de 560 000 metros cuadrados y 222 cuadras, la necrópolis Cristóbal Colón es el mayor camposanto de la Ciudad de La Habana y también el de mayor riqueza artística y cultural, pues el grueso de las 53 360 propiedades que lo forman exhiben esculturas ornamentales o valores arquitectónicos.
Pero también el cementerio de Colón, guarda reliquias de elevado valor histórico, patrimonial, religioso y hasta curiosidades que iremos develando en estas páginas.
Es por esas razones que se ubica entre los más importantes del mundo.

Un poco de historia
El 30 de octubre de 1871, como inicio simbólico de la construcción del cementerio, fue colocada la primera piedra en el lugar que hoy ocupa la Puerta de La Paz, monumental portada de estilo románico bizantino, diseñada por el arquitecto Calixto de Loira y Cardoso, enriquecida con el grupo escultórico de la Virtudes Teologales y los bajorrelieves de la Crucifixión y la Resurrección de Lázaro, obras del escultor cubano José de Vilalta y Saavedra.
El primer lugar de enterramiento público que tuvo la capital cubana fue el Cementerio General de La Habana, o Cementerio de Espada, así llamado en honor a su fundador el Obispo Juan José Díaz de Espada y Landa, quien promovió la idea de abandonar la insalubre costumbre de sepultar a los difuntos en iglesias y conventos.
La idea de construir una nueva metrópolis, mucho más grande y funcional obedece a la insuficiencia de espacio en el cementerio de Espada para una urbe que crecía a pasos agigantados.
Fue en 1854 que el Capitán General Marqués de la Pezuela, concibió tal idea. Ya entonces, se propuso el nombre de "Cristóbal Colón" para la nueva obra pues unos restos mortuorios que se suponían del Gran Almirante reposaban en la Catedral de La Habana desde 1796. Los promotores del proyecto pensaron trasladarlos al nuevo cementerio donde se erigiría un monumento al descubridor genovés y se guardarían sus huesos, considerados reliquias. Sin embargo, la sustitución del Marqués de la Pezuela como Capitán General, hizo que el proyecto fuera olvidado hasta 1858.
En 1864 la iglesia ganó el litigio por los derechos a emprender la obra, pero no fue hasta 1868 en que una epidemia de cólera morbo obligó a apresurar los trabajos de construcción.
El Obispado adquirió terrenos pertenecientes a 6 fincas colindantes y el 12 de agosto de 1870 de libró la convocatoria a concursar por el diseño y dirección de las obras. Fue elegido el proyecto del arquitecto Calixto de Loira y Cardoso quien, además recibió un premio en metálico de 2000 escudos.
El diseño de Loira divide el área total en cuatro espacios principales, denominados cuarteles que se nombran por su orientación geográfica (Noreste, Sureste, Noroeste y Suroeste) subdivididos a su vez por calles que jerarquizaban cada área del terreno de la siguiente manera:
Zona de primera categoría. Compuesta por ocho cuadros, se extiende desde la Portada Norte hasta la Capilla Central. En ella un metro cuadrado de terreno costaba entre 25 y 30 pesos oro. Sólo familias con altos recursos podían comprarlos y luego afrontar el costo de construcción de las tumbas, generalmente lujosas.
Zona de Segunda: siguiendo los brazos de la cruz principal o avenidas centrales, se extiende desde la Capilla Central hasta las calles que conforman las cruces de segundo orden. Costaban de 20 a 25 pesos oro el metro.
Zona de tercera: en estas mismas avenidas centrales, desde las cruces de segundo orden hasta cada una de las puertas de salida: este, oeste y sur. Precio de 15 a 20 pesos oro.
Cruz de Segundo orden: En el interior de los cuarteles, calles y cuadros principales. Precio 15 pesos oro.
Campos Comunes: Manzanas en el interior de los cuarteles a un costo de 10 pesos oro.
La primera gran obra funeraria fue la Galería de Tobías, de la que pronto se hicieron evidentes las fallas y tuvo que se clausurado en 1874. El arzobispado, para compensar esta pérdida de capacidades, construyó las llamadas "bóvedas del arzobispado", junto a la vetusta construcción, y que aún se encuentran en uso. Sin embargo, la verdadera venta de terrenos para las propiedades no se iniciaría sino hacia 1876.
En julio de 1886, al terminarse la Capilla Central, último de los lotes proyectados por Loira quedan concluidas las obras del nuevo cementerio.