viernes, 12 de septiembre de 2014

El Parque Almendares


El Bosque de La Habana

Cuando La Habana comenzó a desbordarse hacia su periferia, más allá del monte vedado*, uno de los principales obstáculos para ello lo representaba el río Almendares, que si bien es poco caudaloso, en su parte más cercana al mar se hace manso y sus aguas se ensanchan formando un estuario de considerables dimensiones, cuyo volumen fluctúa cada día con las mareas.


El desarrollo urbanístico exigía un paso seguro y amplio que permitiera el traslado de personas y mercancías entre ambas márgenes del río. Por ello, el primero de diciembre de 1908 comenzó la construcción de un puente que para la época representaba una obra de ingeniería de considerable complejidad, con sus 214 metros de longitud y 13 metros de ancho, complementado con una doble línea para tranvías que enlazara la parte más antigua de La Habana con Marianao, localidad en pleno desarrollo.
El proyecto costó 217 mil 106 pesos con 88 centavos, lo que para la época constituía una elevada cifra de dinero, y demoró aproximadamente año y medio en concluirse.
Hasta entonces el paso del Almendares se hacía muy engorroso a través de un puente colgante de no más de un metro de ancho, hecho de cuerdas y tablas, por el que transitaban los peatones en una suerte de cuerda floja. Mientras, los carruajes eran transbordados en una barcaza.
De otra forma, para llegar a Marianao, había que desplazarse hasta lo que hoy conocemos como Puentes Grandes, algo que ahora nos parece sencillo, pero que en aquel tiempo, con caminos en mal estado y sobre carruajes de caballos, no tenía nada de fácil.
Las obras del puente sobre el río Almendares se le encargaron a Míster Barclay, un constructor de Nueva York, y los contratistas fueron los cubanos Champion y Pascual, en tanto la supervisión de los trabajos corrió a cargo de los ingenieros: Francisco Franquiz, a la sazón Director del Departamento Provincial de Obras Públicas y Juan Antonio Cosculluela, ingeniero auxiliar de ese departamento.
La construcción del puente que hoy une la calle 23 de El Vedado con la calle 47 del municipio Playa, permitieron, no solo el paso la modernidad hacia la parte oeste de la capital cubana, sino que también propiciaron el desarrollo de toda una franja a la orilla del río.
En 1912 el publicista Carlos de Velasco, en su revista Cuba Contemporánea, promovió la idea de construir un gran parque a orillas del Almendares, sugerencia que fue tenida en cuenta más tarde por el urbanista francés Jean Claude Nicolás Forestier, conservador de los parques de París, quien concibió un ambicioso proyecto que tuviera al río y sus verdes riveras como atractivos principales.
Así nació el Parque Almendares, un lugar de esparcimiento para los habaneros en el que se efectúan actividades culturales y festivas y se puede ir a disfrutar de la tranquilidad y la sombra para conversar o leerse un libro.
El parque se prolonga a lo largo de la ribera en un arbolado lleno de verdor que ha servido de refugio a miles de citas amorosas furtivas y, por desgracia, a unos cuantos hechos delictivos.
A esta floresta acuden también de vez en cuando quienes practican religiones animistas para ponerse en contacto con los espíritus de los árboles, el río o las piedras.
Los realizadores de cine y televisión la utilizan con frecuencia para filmar escenas que deben desarrollarse en esa clase de entorno. Recordemos aquellas aventuras que se transmitían en vivo por la Televisión Cubana a las 7:30 p.m. y que todos los niños de esa época esperábamos con ansias, o la telenovela cubana basada en el clásico Rosas a crédito, en la Martín se pierde precisamente en el Bosque de La Habana.
Hoy el Parque Almendares y su bosque forman parte de un vasto proyecto socio cultural, ambientalista y recreativo denominado Gran Parque Metropolitano de La Habana, que se extiende por casi una decena de kilómetros a lo largo del principal río habanero.

*Monte vedado: Así dieron los pobladores habaneros en llamar a la franja costera entre el Torreón de San Lázaro y la boca de La Chorrera o desembocadura del Almendares, pues se trataba de un breñal con duras rocas y malezas impenetrables por donde desembarcaron varios piratas para atacar La Habana. El gobierno prohibió construcciones y laboreo que facilitara el paso a los malhechores.

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