No resulta habitual conocer con mucha
exactitud la historia de que a un animal común, pero Perico estaba predestinado
a ser un chivo especial y quizás por eso alguien registró su nacimiento: el 20
de septiembre de 1920, en la loma de los Zapotes del reparto Jacomino,
perteneciente al actual municipio de San Miguel del Padrón.
Siendo aún muy pequeño se lo regalaron a María
la Grande ,
famosa santera del territorio sanmiguelino. Por esa razón, su sangre muy bien
pudo haber terminado como ofrenda en alguna cazuela de barro y su carne
convertirse en un sabroso chilindrón consumido por los asistentes a alguna
ceremonia religiosa. Pero no, porque Perico nació con estrella.
Su “adolescencia” la pasó deambulando
libremente por las calles de su natal barrio, como cualquier otro hijo de vecino;
desayunando café con leche y pan con mantequilla que le brindaban los
trabajadores de la terminal de ómnibus de Jacomino y almorzando y comiendo como
un ser humano: arroz, potaje de frijoles negros, bistec y papas fritas. También
con frecuencia se tomaba su cerveza fría y mascaba tabaco.
Con esas costumbres peregrinas no es raro que
se convirtiera en una celebridad del barrio, pero en especial para los
trabajadores del transporte público, quienes lo acogieron de tal grado que
Perico comenzó a pernoctar bajo el techo del paradero de los ómnibus.
El noble animal no tardó en involucrarse en
las luchas obreras de los transportistas, cuyos líderes sindicales comenzaron a
utilizarlo como mascota política, atendiendo a que en el argot cubano la
palabra chivo es sinónimo de fraude, robo, engaño y trampa, y en Cuba, antes
del triunfo de la revolución comandada por Fidel Castro, esos elementos eran
muy comunes en la política.
Lo cierto es que el cornúpeta salió a la calle
en numerosas ocasiones en que los trabajadores protestaban contra las
arbitrariedades del gobierno de turno, casi siempre con carteles colgando de
sus costados.
Sus actividades políticas lo condujeron a un
triste destino. Puede decirse que sufrió en carne propia los abusos del
gobierno de Ramón Grau San Martín, pues los policías lo “arrestaron” durante
una manifestación frente al Palacio Presidencial y le propinaron una tremenda
paliza.
Aunque los trabajadores de la ruta 10 lograron
rescatarlo y llevarlo a la terminal, el pobre animalito no se recuperó de sus
lesiones y falleció el 13 de septiembre de 1944. Ese día se apagó su estrella.
Pero la historia de Perico no termina aquí,
porque sus agradecidos protectores hicieron una colecta para embalsamarlo y
conservaron su cadáver durante muchos años en las oficinas del paradero de
ómnibus de Jacomino. Más tarde fue trasladado al museo de Guanabacoa, donde pasó
a formar parte de la muestra sobre los ritos de la santería, aunque casi nada
tuviera que ver su historia con esta religión. Luego fue cedido al museo
municipal de San Miguel del Padrón, donde ahora ocupa su justo lugar por haber sido
parte activa de la historia de esa localidad habanera.
Otro macho cabrío llamado Perico vivió en
Santa Cruz del Norte y se hizo famoso por sus malas costumbres y pésima conducta.
Sobre este escribiré una crónica próximamente para que nadie dude lo que dice
un refrán, recogido en los versos de una canción de Bola de Nieve: “Chivo que
rompe tambor con su pellejo paga, y lo que es mucho peor… en chilindrón acaba”.
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