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Cual tozudo alquimista,
cuando trabé conocimiento con las primeras nociones de física, mi mente se
resistía a la rotunda negativa de la ciencia ante la posibilidad de que un
mecanismo pudiera realizar esa tarea.
Al igual que yo, en la antigüedad muchas personas creían que
era posible crear ingenios capaces de funcionar infinitamente y al mismo tiempo
realizar algún trabajo extra. Les llamaron perpetuum mobile.
Hoy estoy convencido de la imposibilidad de tal proyecto,
pero, como quiera que en los tiempos que corren se buscan soluciones ante una
posible crisis energética y los problemas medioambientales que provoca la quema
de combustibles fósiles y también porque hace tiempo que no oigo hablar de los perpetuum mobile creí que era bueno
escarbar un poco en el asunto.
Muchos fueron los diseños de las susodichas máquinas: ruedas
con contrapesos móviles o depósitos con mercurio, cadenas que debían
desplazarse sobre superficies inclinadas, ruedas hidráulicas movidas por
líquido que debía subir de nuevo mediante mechas, etc.
Todos fracasaron por una razón muy sencilla: no obedecen a
las leyes de la
termodinámica y se burlan de la ley de la
conservación de la energía. Pudiera decirse que los perpetuum mobile lo que debieran es estar presos por violar tantas
leyes y sus inventores, castigados por tontos.
No son viables porque gran parte de la energía cinética
(relativa al movimiento) que pudiera accionar una de estas máquinas se
convierte en energía térmica (calor) que se disipa sin ser aprovechada.
Aparatos de feria y
estafadores
Algunos diseñadores fueron más allá de la sublime idea de
regalar a la humanidad energía gratuita y crearon máquinas que no eran más que distracciones
de ferias y resultaban en un verdadero timo a los crédulos.
Una de ellas consistía en una rueda que en su centro tenía
una espiral, como la cuerda de un reloj y un contrapeso o volante. El inventor
instaba a los espectadores para que trataran de detenerla pero esta, una vez
que la soltaban volvía a echar a andar pues el volante oculto seguía girando
durante unos segundos tensando el espiral que era quien impulsaba al aparato. Ingenioso,
sí, pero no era más que un fraude.
El pato chino
Pudiera confundirse con una máquina de movimiento perpetuo,
aunque en realidad gasta energía, Se trata de una ampolla hermética de vidrio equilibrada
en un eje y con líquido volátil en su interior.
Su funcionamiento es muy sencillo: el calor ambiental
evapora el líquido lo que hace que el pato se desequilibre y se incline, con lo
que un saliente que viene a ser el pico del pato se sumerge en un recipiente
con agua que lo enfría haciendo que el líquido interior se condense y vuelva el
artilugio a su posición inicial.
Además de no ser más que un juguete, a partir de esta idea
fueron creados mecanismos para dar cuerda a relojes, pues la fuerza que pueden desarrollar
no es suficiente para trabajos de mayor envergadura.
Nada se desperdicia
En la naturaleza nada se desperdicia y la energía nos llega
de la forma menos sospechada. Por ejemplo: el calor que obtenemos quemando
petróleo, carbón, turba, leña o alcohol, una vez fue calor proveniente del Sol
que hizo crecer las plantas que luego se convirtieron en los mencionados combustibles.
Sin embargo, los esfuerzos de los inventores del medioevo que intentaban
crear tales ingenios, al igual que los alquimistas que creyeron poder convertir
cualquier materia en oro, no fueron del todo inútiles, porque crearon piezas y
mecanismos, o descubrieron fórmulas químicas que luego resultaron útiles.
Así mismo, dilecto ciberlector que gusta de inventar, usted
puede ser un verdadero maestro de la ciencia si logra descubrir nuevas fuentes
de energía renovable o hacer más eficientes las que ya se conocen y así
contribuirá a alargarle la vida a este planeta azul. Que así sea.
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