Eloy Goicochea tiene una larga trayectoria como intérprete del bolero. Su voz grave y bien timbrada, su afinación y su desenvoltura en escena, hablan en bien del artista. Su sencillez, su afabilidad, su honestidad, lo enaltecen como persona. Su constancia, su seriedad, su puntualidad, lo destacan como trabajador. En cualquier barrio de la ciudad, se le puede encontrar regalando su arte. Vive en el reparto Bahía y va hasta Santiago de las Vegas a cantar.
Eloy no siempre fue artista profesional, antes ejerció otro oficio con toda dignidad. Nos cuenta:
“Al terminar la campaña de alfabetización, a todos los maestros Conrado Benítez, el Gobierno nos otorgó becas para que estudiáramos. Yo escogí el oficio de soldador. Después de graduarme estuve trabajando en los talleres de ferrocarriles, después pasé al taller de pailería de la Flota Cubana de Pesca y más tarde al taller de reparación de buques.”
Sobre sus inicios en el arte, relata:
“Yo canté por primera vez en un local que se destinó para la recreación de los alfabetizadores. Mi primera interpretación fue el tema Fascinación, acompañado por el piano. En el año 1965 ingresé al Conservatorio Alejandro García Caturla de Marianao, con mi profesora Margarita de Mendoza.”
Después de algunos años de estudios musicales, interrumpidos a causa del trabajo en una microbrigada para construir su vivienda, se gradúa al fin y comienza su carrera artística. Su primer trabajo remunerado como cantante fue en el año 1987, en que hizo un Rincón del Bolero en una feria popular en la calle G del Vedado.
Poco después es descubierto por personalidades del arte de la talla de Aldo Baquero y Elio Orobio quienes lo insertan en los espacios dedicados al bolero programados por la UNEAC, incluyendo los festivales. También ha actuado en compañía de Omara Portuondo y con Elena Burke y Frank Domínguez en las “Tardes de Bolero” de la UNEAC y en el Museo de Bellas Artes.
Pero no ha sido este el único género que ha interpretado. El feeling, la música tradicional y hasta números pertenecientes al género afrocubano, han vibrado magistralmente en sus cuerdas vocales.
Su repertorio cuenta con títulos cuyos autores le han encargado con exclusividad su interpretación como Juan Rivera Prevot, Aldo Baquero, Armando Guerrero y otros.
Pero con esto no se cierran las páginas de su abultado expediente artístico. Eloy ha asumido con dignidad y desempeñado con maestría otro difícil rol: el de anfitrión. Al respecto señala:
“En el año 2001ya yo había participado en múltiples peñas como la de Palacios Echenique. Fue entonces que trabé amistad con un promotor cultural del municipio Centro Habana. Él me propuso servir de anfitrión a una peña que llevaría por nombre Dímelo en bolero, que comenzó a desarrollarse en el portal de Carlos III esquina a Xifré. De ahí pasamos luego al interior de la Casa de Cultura.”
Su peña “Dímelo en bolero”, que cada primer domingo de mes se celebra en la Casa de Cultura Joseíto Fernández, de Centro Habana, es punto de reunión para destacadas voces del género, pero sirve además como marco para rendir homenaje a quienes, de una u otra forma, contribuyen al desarrollo de la cultura comunitaria. Un sencillo diploma y una artesanía salida de las hábiles manos de Rita, la esposa de Eloy y su compañera en el arte, son los únicos elementos materiales que se obsequian. Pero el calor humano, el cariño y la sinceridad son el mayor regalo. Su peña ha rendido tributo a personas tan humildes como el sencillo trabajador administrativo o tan destacadas como el locutor y animador Eduardo Rosillo.
Porque siempre tiene una frase amable, un elogio y hasta un piropo a flor de labios y nos obsequia su bondad sin límites; porque su voz se regala en canciones a todo el que asiste a sus espectáculos; porque trabaja sin descanso; Eloy Goicochea es de esos artistas de pueblo, sin pretensiones de fama, pero a los que el aprecio de sus semejantes eleva a la categoría de estrellas luminosas. Es por eso un orgullo del barrio.
Eloy no siempre fue artista profesional, antes ejerció otro oficio con toda dignidad. Nos cuenta:
“Al terminar la campaña de alfabetización, a todos los maestros Conrado Benítez, el Gobierno nos otorgó becas para que estudiáramos. Yo escogí el oficio de soldador. Después de graduarme estuve trabajando en los talleres de ferrocarriles, después pasé al taller de pailería de la Flota Cubana de Pesca y más tarde al taller de reparación de buques.”
Sobre sus inicios en el arte, relata:
“Yo canté por primera vez en un local que se destinó para la recreación de los alfabetizadores. Mi primera interpretación fue el tema Fascinación, acompañado por el piano. En el año 1965 ingresé al Conservatorio Alejandro García Caturla de Marianao, con mi profesora Margarita de Mendoza.”
Después de algunos años de estudios musicales, interrumpidos a causa del trabajo en una microbrigada para construir su vivienda, se gradúa al fin y comienza su carrera artística. Su primer trabajo remunerado como cantante fue en el año 1987, en que hizo un Rincón del Bolero en una feria popular en la calle G del Vedado.
Poco después es descubierto por personalidades del arte de la talla de Aldo Baquero y Elio Orobio quienes lo insertan en los espacios dedicados al bolero programados por la UNEAC, incluyendo los festivales. También ha actuado en compañía de Omara Portuondo y con Elena Burke y Frank Domínguez en las “Tardes de Bolero” de la UNEAC y en el Museo de Bellas Artes.
Pero no ha sido este el único género que ha interpretado. El feeling, la música tradicional y hasta números pertenecientes al género afrocubano, han vibrado magistralmente en sus cuerdas vocales.
Su repertorio cuenta con títulos cuyos autores le han encargado con exclusividad su interpretación como Juan Rivera Prevot, Aldo Baquero, Armando Guerrero y otros.
Pero con esto no se cierran las páginas de su abultado expediente artístico. Eloy ha asumido con dignidad y desempeñado con maestría otro difícil rol: el de anfitrión. Al respecto señala:
“En el año 2001ya yo había participado en múltiples peñas como la de Palacios Echenique. Fue entonces que trabé amistad con un promotor cultural del municipio Centro Habana. Él me propuso servir de anfitrión a una peña que llevaría por nombre Dímelo en bolero, que comenzó a desarrollarse en el portal de Carlos III esquina a Xifré. De ahí pasamos luego al interior de la Casa de Cultura.”
Su peña “Dímelo en bolero”, que cada primer domingo de mes se celebra en la Casa de Cultura Joseíto Fernández, de Centro Habana, es punto de reunión para destacadas voces del género, pero sirve además como marco para rendir homenaje a quienes, de una u otra forma, contribuyen al desarrollo de la cultura comunitaria. Un sencillo diploma y una artesanía salida de las hábiles manos de Rita, la esposa de Eloy y su compañera en el arte, son los únicos elementos materiales que se obsequian. Pero el calor humano, el cariño y la sinceridad son el mayor regalo. Su peña ha rendido tributo a personas tan humildes como el sencillo trabajador administrativo o tan destacadas como el locutor y animador Eduardo Rosillo.
Porque siempre tiene una frase amable, un elogio y hasta un piropo a flor de labios y nos obsequia su bondad sin límites; porque su voz se regala en canciones a todo el que asiste a sus espectáculos; porque trabaja sin descanso; Eloy Goicochea es de esos artistas de pueblo, sin pretensiones de fama, pero a los que el aprecio de sus semejantes eleva a la categoría de estrellas luminosas. Es por eso un orgullo del barrio.
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