Las cosas no son siempre lo que parecen.
La anécdota que voy a relatar es estrictamente cierta y yo la conozco de muy buena tinta.
Vivía en el barrio chino de La Habana un viejo limosnero. De la mañana a la noche se la pasaba recorriendo el barrio con su cuerpo encorvado, sus ropas harapientas, so bastón y su silencio asiático.
Realmente su aspecto daba grima, por lo que no eran escasas las dádivas de los paseantes. Sin embargo, los otros chinos residentes del barrio no le daban nada y hasta lo esquivaban un poco. Cualquiera podría imaginarse que esta actitud obedecía a la característica introversión de los hijos del legendario imperio.
Mas, sucedió que, como todo ser vivo, un día el chino pordiosero cantó el último pregón. Como vivía solo, sin familia, en una estrecha y lóbrega habitación de una antigua casa de huéspedes, tocó a las autoridades hacerse cargo del muerto.
Acudió el instructor judicial y el médico forense al levantamiento del cadáver, como corresponde a los casos de muerte en circunstancias no explicadas.
¿Y qué encontraron al revisar la habitación del asiático mendigo? Pues dinero, muchísimo dinero escondido debajo del colchón de la cama. La expresión textual del médico legista fue “Un colchón de dinero debajo del colchón”
Nada, que las cosas no siempre son como parecen, el chino pordiosero ganaba lo suficiente como para vivir con comodidades, sin embargo se sometía a la indigencia y atesoraba sus ganancias, sin tener siquiera a quién dejarle herencia.
¿Incomprensible verdad?
lunes, 21 de enero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario