José Martí, el Apóstol de la independencia cubana, asombra por su creatividad. Nacido en enero de 1853 y muerto en combate en mayo de 1895, su existencia se redujo a solo 42 años. Aunque su producción literaria comenzó desde muy temprana edad, es necesario descontar los primeros años de su niñez en los que obviamente no escribió.
Teniendo en cuenta su azaroso tránsito por la vida, lo mucho que viajó, lo mucho que estudió y lo mucho que trabajó en la causa política de la independencia de Cuba, asombra que haya sido capaz de escribir lo suficiente para editar los 25 gruesos volúmenes que constituyen sus Obras Completas.
Su verbo encendido se escuchó en diversas ciudades de Estados Unidos logrando que los trabajadores más humildes aportaran de sus apretados ingresos para sufragar los gastos de la guerra de independencia.
Su levita raída, su precario estado de salud y aspecto demacrado a causa del exceso de trabajo y la mala alimentación, den fe de su honradez.
Además de todo eso, encontró tiempo para traducir obras de varios idiomas y editar periódicos y revistas. La Edad de Oro, de la cual solo se pudieron publicar 4 números, devino monumental obra literaria para chicos y grandes. Un libro que todos debemos leer y releer.
Martí escribió mucha poesía, de fino y depurado estilo y de una modernidad que también asombra a los entendidos. Una de sus primeras obras, el drama “Abdala”, escrita durante su adolescencia es una obra de teatro totalmente en verso, con una lírica y una métrica digna de un poeta consagrado.
A continuación una muestra de sus “Versos Sencillos”
VERSOS SENCILLOS
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez –en la reja,
A la entrada de la viña.—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla, y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.
Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
Teniendo en cuenta su azaroso tránsito por la vida, lo mucho que viajó, lo mucho que estudió y lo mucho que trabajó en la causa política de la independencia de Cuba, asombra que haya sido capaz de escribir lo suficiente para editar los 25 gruesos volúmenes que constituyen sus Obras Completas.
Su verbo encendido se escuchó en diversas ciudades de Estados Unidos logrando que los trabajadores más humildes aportaran de sus apretados ingresos para sufragar los gastos de la guerra de independencia.
Su levita raída, su precario estado de salud y aspecto demacrado a causa del exceso de trabajo y la mala alimentación, den fe de su honradez.
Además de todo eso, encontró tiempo para traducir obras de varios idiomas y editar periódicos y revistas. La Edad de Oro, de la cual solo se pudieron publicar 4 números, devino monumental obra literaria para chicos y grandes. Un libro que todos debemos leer y releer.
Martí escribió mucha poesía, de fino y depurado estilo y de una modernidad que también asombra a los entendidos. Una de sus primeras obras, el drama “Abdala”, escrita durante su adolescencia es una obra de teatro totalmente en verso, con una lírica y una métrica digna de un poeta consagrado.
A continuación una muestra de sus “Versos Sencillos”
VERSOS SENCILLOS
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez –en la reja,
A la entrada de la viña.—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla, y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.
Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
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