La Plaza Vieja, hoy consevada por la Oficina del Historiados de la ciudad de La Habana |
¿Conoce usted algún lugar de La Habana cuyo
nombre actual tenga un significado completamente opuesto a su
denominación original? ¿No? Pues, precisamente de eso trata este
trabajo.
Una de las cinco principales plazas de La
Habana colonial fue inaugurada con un nombre que, con el tiempo, cambió
por otro que significa todo lo contrario del primero.
La Villa de San Cristóbal de La Habana
creció y tomó forma alrededor de cinco grandes plazas, distribuidas en
diferentes puntos del área. Éstas son la Plaza de Armas o Plaza Mayor, la Plaza de San Francisco, la de la Ciénaga (hoy Plaza de la Catedral) , la del Santo Cristo y la Plaza Nueva.
La construcción de esta última se consumó a
mediados del siglo XVII, aunque la orden de cimentarla estaba dada
desde finales del XVI.
Pronto la nueva plaza se convirtió en lugar
de reunión preferido por los vecinos para comentar los últimos sucesos,
comerciar, o simplemente tomar el fresco… y en sus alrededores creció
un área residencial donde se asentó lo más rancio de la burguesía
criolla hasta el siglo XVIII.
Su nombre se transformó en Plaza Vieja al construirse la Plaza del Santo Cristo, que por supuesto era más nueva que aquella.
En el año 1835 acogió al Mercado de la
Reina Cristina, una de las primeras pescaderías recogidas en los
documentos de esos tiempos, sustituida en 1908 por un parque de tipo
republicano.
El abandono de los sucesivos gobiernos y el
desarrollo tempestuoso de la ciudad, hicieron perder su aire colonial a
la Plaza Vieja, hasta que la minuciosa labor de especialistas y
restauradores, bajo la dirección de la Oficina del Historiador de la Ciudad,
le devolvieron su pavimento adoquinado, y la dotaron con una fuente,
réplica de la que antaño suministraba agua a los vecinos, ahora con un
propósito puramente ornamental.
Escultura de Roberto Fabelo. Foto del autor |
Escultura de Juan Quintanilla |
En la actualidad también adornan el área una escultura en metal del reconocido artista Roberto Fabelo,
la que representa una mujer armada con un descomunal tenedor, a
horcajadas sobre un gallo monumental, y otra que representa una gran
flor de cerca de 10 metros de altura, nombrada Natura y concebida por el
también famoso Juan Quintanilla.
Rodeada por las calles Muralla, Cuba, San
Ignacio y Teniente Rey (Brasil), en el entorno de la Plaza Vieja resalta
la riqueza constructiva de La Habana, mezcla de los más diversos
estilos arquitectónicos.
Numerosas edificaciones complementan el
atractivo del sitio. El antiguo palacio de los Condes de Jaruco, erigido
en la primera mitad del siglo XVII, lugar que luego albergó al Fondo de
Bienes Culturales.
La vivienda más antigua del lugar, ya restaurada, corresponde a la antigua residencia de Don José Martín Felix de Arrate, considerado el pionero de los historiadores habaneros.
Además rodean la plaza museos, hostales y centros culturales, entre los que se cuentan el Museo del Naipe, la Cámara Oscura y el moderno Planetario.
Hoy no es raro, al pasar por la Plaza Vieja
en horas de la mañana, ver a los abuelos haciendo allí sus ejercicios, o
a los niños de la cercana escuela con su profesor de educación física.
También son asiduos los turistas, cámara en ristre, para obtener
imágenes de los vetustos edificios o la hermosa fuente.
Entonces, podría decirse que la Plaza Vieja, vuelve a verse como nueva, gracias a la pasión de nuestro historiador, el Doctor Eusebio Leal y al minucioso empeño de los restauradores, unidos bajo la premisa de rescatar y conservar nuestro patrimonio arquitectónico.
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