Sábado 31
de diciembre, nueve de la mañana. Pepe lleva ya sentado hora y media frente a
la computadora cuando llega el jefe a la oficina –el jefe nunca llega antes que
los subordinados, que para eso es jefe–. Entonces se acerca a Pepe con una
sonrisa deslumbrante y, después de saludar formalmente, le dice: “Hace falta
que me prepares un informe sobre los resultados del uso del chirimbolo de rosca
izquierda durante el año pasado, separando a los usuarios por grupos de edades
y profesiones, y me des el pronóstico de desarrollo para el año que viene”.
Pepe abre
los ojos desmesuradamente y pregunta: “¿Para cuándo es eso jefe?”. La respuesta
quiere ser simpática, pero en realidad es lapidaria: “Para ayer”.
Esta
escena es bastante común en cualquier oficina. No se trata de que el jefe sea
un tirano, no… solamente es desorganizado. O quizás quien es desorganizado es
el jefe del jefe; o el jefe del jefe del jefe; o ¡vaya usted a saber quién a lo
largo de la cadena de mando! Exigen disciplina y responsabilidad a los
subordinados cuando ellos mismos son unos indisciplinados e irresponsables,
incapaces de planificar el trabajo.
¡Y, allá
va el pobre Pepe a dejar la tarea que tenía pensado llevar a cabo este sábado
en la mañana! ¡Y allá va el pobre Pepe a quedarse hasta las tantas de la noche
en la oficina y dejar plantada a su familia que lo espera para despedir el año!
Todo para cumplir la exigencia del jefe que no supo organizarse.
Pero eso
no es todo: ese mismo jefe llegará el lunes –más tarde que sus subordinados
¡que para eso es jefe, caramba!– a exigirle a Pepe, porque no cumplió con la
tarea que debía haber realizado el sábado en lugar del titánico informe de los
chirimbolos de rosca izquierda.
Cierto es
que no todos los jefes se rigen por estas malas prácticas pero, como dije
antes, es bastante frecuente… más de lo aconsejable.
También
es cierto que a veces aparecen tareas imprevistas e impostergables. En esas
ocasiones hay que crecerse, remangarse hasta el codo, meter mano a la faena y echar
el resto hasta que se termine.
Pero si
usted, estimado jefe, sabía que a fin de año había que confeccionar un informe
sobre las ventajas del dichoso chirimbolo ¿por qué esperó hasta el 31 a las nueve de la mañana
para encargárselo al pobre Pepe?
Por favor
organícese, porque un día de estos, cuando venga con un encargo de esa índole y
le diga a Pepe que es “para ayer”, él seguramente responderá con una sonora
carcajada, se levantará de su puesto –no sin antes apagar la computadora– y se
irá para su casa a festejar con su familia el fin de año, o cualquier otra
fecha ¿qué más da?
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