Arquitectura árabe en La Habana. Foto Cubadebate |
La Habana ha sido destino de emigrantes de numerosas tierras; muchos españoles, los africanos traídos por la fuerza; los chinos, polacos, algunos rusos y… los árabes.
Los primeros árabes que arribaron a Cuba lo
hicieron junto con Cristóbal Colón durante el mal llamado
descubrimiento de América. Algunos historiadores coinciden en afirmar
que su presencia a bordo de las carabelas garantizó en gran medida el
éxito de la empresa, pues sus técnicas de navegación eran superiores a
las de los ibéricos.
Pero, como sabemos, en esa fecha tan
temprana no existía aún el menor vestigio de lo que es hoy nuestra bella
capital. Entonces ¿Cuándo se establecieron los árabes en La Habana?
Pues, según el historiador Francisco Damián
Morillas Valdés, algunos árabes arribaron a Cuba como esclavos ya desde
el siglo XVIII. Como muchos dominaban la escritura y tenían
conocimientos de medicina, fueron utilizados en labores menos rudas que
las agrícolas.
Sin embargo, el establecimiento de una
comunidad árabe en la capital cubana es mucho más reciente, afirma el
historiador, pues comenzó en la segunda mitad del siglo XIX con una
importante inmigración de libaneses, sirios, palestinos y en menor
cuantía argelinos, yemenitas y egipcios.
Se calcula que entre 1860 y 1930 arribaron a la isla unas 33 mil personas de esas nacionalidades.
En La Habana se asentaron en diversos
territorios, entre los que se cuentan los actuales municipios de La
Habana Vieja, Centro Habana, Marianao y San Miguel del Padrón.
Una importante cifra sentaron plaza en el
llamado Barrio Árabe de La Habana, que abarcó el área comprendida entre
las calles de Monte, San Nicolás, Corrales, Antón Recio y Figuras, zona
que inicialmente fue poblada por españoles, pero que a partir de 1870
comenzó a recibir discretas cifras de inmigrantes libaneses, sirios y
palestinos.
Allí desarrollaron una significativa
infraestructura social que incluyó la creación de sociedades benéficas y
culturales, prensa periódica, comercios y una organizada actividad
religiosa.
La presencia árabe, por la diversidad de
lugares de origen, se distinguió por la pluralidad de cultos, entre los
que destacan las prácticas maronitas, una corriente del cristianismo con subordinación al Papa, pero con rituales propios.
En La Habana, contaban con cuatro
parroquias en las que se celebraban las liturgias en lengua árabe. Entre
ellas se encuentra la de San Judas y San Nicolás, ubicada en la calle
Tenerife esquina a Antón Recio, en el actual municipio Centro Habana.
La actividad económica de los inmigrantes
árabes se basaba fundamentalmente en el comercio y en especial en la
venta de géneros textiles. Primero como vendedores ambulantes que luego
se fueron asentando y fundando pequeñas tiendas, aunque eran muy comunes
también los sastres y costureras.
Entre estos últimos no debe dejar de
mencionarse al sastre Said Selman, que en Cuba adoptó el nombre de
Eugenio, y que está considerado como el mayor innovador de la Guayabera,
de la que diseñó más de 14 modelos diferentes.
Sus descendientes, hombres y mujeres
ilustres y honorables, residen aún en La Habana para beneplácito y
orgullo de los capitalinos.
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