Restos del acorazado USS Maine en la bahía de La Habana |
Hay hechos en la historia que duelen, pero que es preciso mantener vivos en la memoria para que las nuevas generaciones sepan quiénes somos y como llegamos a donde estamos y que estén preparadas para que no se dejen arrebatar el futuro a favor de un pasado que no tiene nada de glorioso.
El 15 de febrero de 1898 hizo explosión en la bahía de La Habana el acorazado
norteamericano USS Maine, que había
sido enviado, desde el 25 de enero, por el Gobierno de Estados Unidos en
“visita amistosa” a Cuba, junto con el crucero Montgomery que fondeó en
la rada de Matanzas el 6 de febrero.
Es una triste página de la
historia porque en el siniestro perdieron la vida 274 marinos que no estaban
combatiendo contra nadie, aunque, según declaraciones del presidente
norteamericano, la presencia de los buques obedecía a la necesidad de proteger
los intereses de sus coterráneos residentes en la isla.
La voladura del buque de guerra
estadounidense no tuvo nada de casual y la versión oficial que se dio en aquel
momento es poco creíble, pero sirvió de pretexto al Gobierno de William McKinley para intervenir en la
Guerra de Independencia que los cubanos ya tenían
prácticamente ganada contra el dominio colonial español.
Así, los Estados Unidos lograron malograr la victoria de los mambises y
hacerse prácticamente dueños de Cuba, una ambición imperial que ya venía
manejándose como la “Política de la Fruta Madura”, enunciada por el presidente norteamericano John Quincy Adams en abril de 1823 y la “Doctrina del Destino Manifiesto”.
El peritaje realizado por una comisión constituida al efecto por el
Gobierno español, determinó que la explosión se había originado desde el
interior del buque y no mediante una mina accionada desde el exterior. Por su
parte, el Gobierno de Estados Unidos denegó la propuesta de integrar una
comisión conjunta y rechazó la colaboración de expertos de su propio país, para
esclarecer los hechos.
Es curioso también el hecho de que la detonación ocurriera a una hora
de la noche en que la mayoría de la tripulación descansaba (21:40) y que la
oficialidad de alto rango se encontrara en tierra.
Las evidencias apuntan a que el atentado hubiera sido planeado y
ejecutado por las propias autoridades norteamericanas para tener un motivo que
les permitiera declarar la guerra a España e intervenir militarmente en Cuba. No
sería extraño, también se ha elucubrado mucho sobre la posibilidad de que el
derribo de las torres gemelas de Manhattan, el 11 de septiembre de 2001, haya
sido provocado por el propio Gobierno para crear condiciones que permitieran
desatar su “guerra contra el terrorismo”.
Sean o no ciertas esas teorías, no se debe olvidar que el imperialismo
yanqui no repara en detalles cuando se trata de lograr sus propósitos
expansionistas y hegemónicos y que la Política de la Fruta Madura no ha
sido abandonada, solo que esta fruta se ha mantenido de color “verde olivo”
desde 1959 hasta la fecha y no tiene intenciones de madurar para caer entre los
mellados dientes del Tío Sam.
Monumento en La Habana a las víctimas de la voladura del Maine |
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